Yo voy camino al lugar donde todos partirán algún día. Ten valor y sé hombre. 2 Reyes 2:2.
¿Cuál sería el consejo final que le daría a sus hijos antes de morir? Seguramente esto no es algo en lo cual usted haya pensado. De hecho, nuestra mente parece estar predispuesta para pensar selectivamente en el presente, y no tanto en el futuro.
David, en su lecho de muerte, no dudó en aconsejar a su hijo Salomón y en encargarle la digna tarea de esforzarse en todo asunto. Así mismo, lo exhortó a comportarse como un verdadero hombre.
Constantemente pienso en cuan importante es para Dios, que nos convirtamos en cristianos valerosos y esforzados. Y pienso en eso porque, en definitiva, una vida secuestrada por el temor no promete mayor cosa.
Considere que las palabras de David, podrían ser las palabras de Dios para usted. No importa si es un hombre o una mujer, lo cierto es que todos necesitamos responder a los desafíos de la vida, con valentía y fortaleza.
Amado lector, sus lagrimas no van a cambiar las circunstancias; encerrarse tampoco ahuyentará al enemigo. Creo que Dios le está pidiendo que enderece su espalda y como dicen algunos abuelos “le ponga el pecho a la brisa”.
He aprendido que en la vida hay algunos desafíos que exigen actuar con tranquilidad, sobriedad y moderación. En cambio, hay otros que requieren fortaleza y una determinación avasalladora. Quiero decir, que demanda una actitud desafiante y persistente.
Usted no es una víctima. Por tanto, no viva como si lo fuera. La Biblia dice que Dios lo ha puesto como cabeza y no por cola (Dt. 28:13). Dice también que usted tiene la mente de Cristo, no de un perdedor (1 Co. 2:16).
Podríamos decir que las duras circunstancias de la vida, han dejado a muchas personas con lesiones mentales. Permítame hacer un comentario ligero: no permita que el dolor lo saque del cuadrilátero. No permita que sus carencias lo saquen de la competencia. Vea su difícil experiencia como una verdadera posibilidad de triunfar y alcanzar sus sueños.
Mire la cruz y recuerde que en ella murió Un Valiente. Mire la tumba y recuerde que en ella resucitó nuestro Señor y Salvador. El destino del valiente es la gloria.
Con amor, su servidor.