Ahora mismo el hacha del juicio de Dios está lista para cortar las raíces de los árboles. Así es, todo árbol que no produzca buenos frutos será cortado y arrojado al fuego. Mateo 3:10
Usted debe anhelar una vida de abundante fruto. El fruto, en el creyente, es el resultado de una fe sana.
Una de las maneras de conocer el estado de una planta, es observar el fruto que esta produce.
Lo mismo ocurre con nosotros. Cuando nuestro corazón atesora los mandamientos de Dios, la buena actitud y las buenas acciones se hacen claramente visibles.
El buen fruto en el cristiano, implica, sobre todo, una vida llena del amor de Dios. Amar es la muestra más fiel de que, en su interior, se mantiene la savia de Dios. Ese amor es el que nos permite relacionarnos adecuadamente con las demás personas, incluso, cuando hay diferencias en carácter.
El amor produce compasión y la compasión nos inspira a ayudar a otros. Cuando somos llenos del amor de Dios, nuestras acciones están marcadas por un sentir noble y humilde.
Si usted es un hijo de Dios, las personas de su casa deberían ver el fruto de su fe. Así como existe una estrecha relación entre la raíz de la planta y el fruto de la misma, de la misma manera existe una conexión entre la fe y las buenas obras.
Amado lector, ¿qué ve la gente en usted? ¿Pueden ver amor? ¿Pueden ver paciencia? La voluntad de Dios es que usted refleje el fruto de Dios en su vida.
Usted debe aspirar a tener un corazón noble y un espíritu apacible. La calidad de su fe no se evidencia solo en los milagros que recibe, sino en el estilo de vida que refleja como hijo de Dios.
Quien diga amar a Dios, deberá saber que dicho afecto debe reflejarse en la manera como sirve y respeta a su prójimo.
Si su corazón se mantiene alineado con Dios, la gente debe saberlo. Su esposa lo notará, sus hijos lo comprobarán a través de la forma como se relaciona con ellos.
La forma como habla, actúa y piensa, son la fiel muestra de la condición de su corazón.
Deseo para usted un bendecido día.