“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.” Génesis 3:6.
Amado lector, lo prohibido tienta a los más nobles corazones. Con regularidad, lo prohibido se muestra agradable a la vista pero sus efectos son venenosos y destructivos.
Los frutos prohibidos están a la orden del día. Por ellos usted no tendrá que pagar nada, son gratuitos, pero una vez que los come, la deuda que usted adquiere le generará grandes e impagables intereses.
La codicia es el deseo pecaminoso de querer tener lo que pertenece a otro o lo que no nos es permitido tener. No cambie la historia de su vida tratando de obtener aquello que su carne desea.
Sus aspiraciones en éste día deben girar en torno a la santidad y a la pureza. No se contamine. Quizá usted aún está luchando para que esa intensión oscura no se materialice. Pues bien, le tengo buenas noticias: el Espíritu le ayuda en su debilidad.
El Espíritu Santo es su perfecta garantía. Él le ayudará a combatir contra los impulsos de su concupiscencia. En sus momentos de debilidad, recuerde que usted puede hacerse fuerte en el poder del Espíritu.
Amado lector, su mayor y más digno reto es su santificación. Cuídela. Protéjala como a un tesoro. No se permita un descalabro teñido de libertad; Dios lo ama y envío a Su Hijo para hacerlo libre del pecado, por tanto, no le abra la puerta porque a su paso lo destruirá.
Cierre las grietas que ponen en riesgo su integridad y la estabilidad de su casa y sus intereses. Apasiónese por la santidad y obedezca a Dios. Procure que la voz de Dios suene más fuerte que la voz de sus propios deseos.
No ceda al deseo, si Dios se lo prohibió entonces no insista. No cambie un huerto por un fruto. Si Adán y Eva lo hicieron, entonces usted resuelva aprender de aquella amarga experiencia y no haga lo mismo.
Dispóngase a vivir en éste día, totalmente apasionado por la pureza. Piense en lo que agrada a Dios; cuide sus pasos, así como debe cuidar de la naturaleza de sus conversaciones. Recuerde que todo aquel que come del fruto prohibido acarrea destrucción y condenación, pero en cambio, los santos verán a Dios.