Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. Efesios 1:4.
¿Tiene una petición para Dios que anhele hacerle con todas sus fuerzas en este nuevo día?
Si la tiene o, en caso de que no la tenga, le daré una idea para que, sobre ella, construya la oración correcta: ore por su santidad personal.
Amado lector, el más grande anhelo de Dios para nosotros, es que nuestras vidas reflejen, sin ningún tipo de opacidad, Su gloriosa santidad.
Le aseguro que Dios conoce su anhelo de cambiar los muebles de su sala, también sabe que usted no la está pasando muy bien en el lugar donde vive, sin embargo, nada en su vida es tan importante como la búsqueda de la santidad en toda su manera de vivir.
Santifíquese para Dios, pero hágalo también por usted y su casa. La santidad le conviene para todo y a la única que perjudicará es a su carne.
Pídale al Señor que le dé un nuevo corazón y que con su Espíritu Santo limpie los rincones de su alma.
Háblale de su debilidad y del pecado que le ha robado su dignidad, su paz y también la seguridad en usted mismo. No acepte las mentiras de satanás que con engaños querrá hacerle creer que tendrá que conformarse con levantarse para volver a caer en el mismo lodo del cual Dios lo sacó.
Clame por la limpieza interior de su ser y permita que la unción de Dios pudra los pensamientos que lo esclavizan y le impiden prosperar.
Busque intensamente la presencia de Dios y mientras lo hace, pídale al Señor que envuelva con Su pureza su naturaleza pecaminosa y su concupiscencia.
No haga lugar para el pecado en la vitrina de sus tesoros. Usted vale mucho como para permitir que su vida se empañe de corrupción o mortandad alguna.
Dios envió a su hijo para que muriera en nuestro lugar, pero ante semejante acto debemos mostrar una voluntad agradecida y un corazón decidido para vivir de la manera como a Él le agrada.
No se contamine, santifíquese, aún hay tiempo para hacerlo. Dios lo recibirá, Él no desecha un corazón quebrantado.
Con amor, su servidor.