Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Romanos 14:10
Esa dinámica de juzgar a otros es desgastante. Se trata de un mal hábito que nos quita tiempo, energía y comunión con Dios. En pocas palabras, no nos ayuda.
Es que la advertencia del apóstol Pablo tuvo un ingrediente clarificador. Él dijo: al final del día (parafraseo) todos daremos cuenta ante el tribunal de Cristo.
En otras palabras, de nada nos sirve juzgar, señalar y tomarnos tan en serio una inconformidad cuando todos tenemos una cita final que cumplirle al Señor y en la cual daremos cuenta de lo que hicimos o dejamos de hacer.
Amado lector, usted ha sido llamado a amar a su prójimo, no a juzgarlo. Del juicio se encargará el Señor, no nosotros. Incluso, los pastores, daremos cuenta de nuestra conducta y nuestras acciones omitidas, pero lo cierto, es que nadie se salvará de aquella revisión final.
La invitación de hoy tiene dos demandas. La primera es, evitar a toda costa los juicios y, más aún, los juicios malintencionados contra su prójimo. La segunda es, ocuparse de su propia conducta, sabiendo que un día estará frente al tribunal de Cristo.
Debemos reconocer que, a veces en nuestro celo religioso, juzgamos a quien piensa distinto, al que come cierto alimento, al que hace ejercicio o al que tiene gusto por los autos.
Juzgamos al que viste de una u otra forma, al que pone el árbol de Navidad, o incluso, al que lee la Biblia impresa o la lee digital. El punto es que la Biblia nos exhorta a no señalar a nadie, y menos, por temas triviales. Le corresponde al Señor juzgar nuestra vida y determinar lo que está mal o bien.
No tiene sentido asumir una lucha que no es nuestra. Es Dios quien le dará a cada quien lo que Él considere justo.
Por otro lado, piense en lo importante que es ocuparse de usted mismo. Jesús tuvo una importante crítica contra el fariseísmo. Él dijo: ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Jesús sabía que sus seguidores tenían por costumbre juzgar a otros sin primero cuestionarse a sí mismos. Es saludable ejercer la crítica de frente ante el espejo. Es fácil señalar, pero es difícil identificar nuestros errores.
¡Bendecido día!