Escuchar a Dios

Escrito el 08/03/2025
Pr. Gustavo A. Muñoz L.


Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar1 Samuel 3:9


Dios quiere hablarle, ¿está dispuesto a escucharlo? 

El joven e inocente Samuel, no sabía distinguir entre la voz de Dios y la voz de los hombres. En cambio, Elí, el experimentado y reprobado sacerdote, sí sabía hacerlo. Por eso le encomendó responder cuando escuchara de nuevo a Dios: “Habla que tu siervo escucha”. 

Amado lector, ciertamente esta podría ser su oración hoy.

“Habla que tu siervo escucha” es una manera de decir: lo que me digas que haga, eso haré. Estoy dispuesto a hacer lo que me pidas.

Antes de oír a Dios, usted debe estar dispuesto a obedecerlo. Pero, ¿qué sentido tendría que usted lo escuche, si no hace lo que Él le dice?

Quizá usted hoy esté experimentando confusión. Hay mucho ruido a su alrededor y debe tomar decisiones rápidas. Usted puede escuchar opiniones, pero lo que en verdad necesita escuchar, es el parecer de Dios.

Entonces, ore como lo hizo Samuel. Este hombre de Dios se convirtió en uno de los más importantes de la historia bíblica. ¿Sabe por qué? Samuel aprendió a escuchar a Dios y a obedecerlo.

Desarrolló una sensibilidad especial para distinguir entre las opiniones de los hombres y el perfecto parecer de Dios. El ruido de las multitudes no ahogó la voz del Señor.

Si Samuel viviera en nuestro tiempo, el ruido de las redes sociales o el último grito de la moda no moverían ninguno de sus pies.

Entonces, valore y aprenda a amar la sabia voz de Dios. Acérquese al Señor para conocer el timbre y el color de su poderosa y tierna voz.

Calme su agitado mundo interior y permita que la voz de Dios surja como un pozo en el más seco desierto.

Apártese en este día y haga suya la oración de Samuel: “habla que tu siervo escucha”.

Quizá usted esté leyendo este texto desde la habitación de un hospital. Si así fuera, debo decirle que su tiempo en esa habitación valdrá la pena, siempre y cuando usted pueda escuchar a Dios.  

Quizá lo esté leyendo en el encierro de su habitación. Si así fuera, entonces no dude en callar para que el Señor le hable.

Donde quiera que se encuentre hoy, recuerde orar como corresponde: “Señor, habla que estoy dispuesto a escucharte”.

Usted necesita oír la voz de Dios. Aquella voz da vida, quita el temor y trae paz al corazón. Cualquier decisión que deba tomar, tómela, después de oír la voz de Dios.

Le deseo un maravilloso día en el Señor.