Siete veces al día te alabo a causa de tus justos juicios. Salmos 119:164
Alabar al Señor, es la acción de reconocer, elogiar y celebrar Sus atributos santos. La palabra “Alabar” aparece más de 330 veces en la Biblia como un mandato.
Para el pueblo de Israel, alabar al Señor era una comprometida costumbre decisiva en su futuro como nación.
A través de la alabanza, el pueblo expresaba su dependencia de Dios, anunciaba Sus bondades, y declaraba la grandeza de Su Poderoso nombre.
Más que un ritmo o un estilo, la alabanza es un pilar en la vida cristiana. A través de ella intimamos con Dios, testificamos de Su gloria, y nuestro espíritu es capacitado para hacer Su voluntad.
Una de las metas del Espíritu Santo, es convertirlo en un adorador permanente que valore cada razón para reconocer al Padre en todo.
Amado lector, su privilegio hoy es alabar al Señor. Dedicar sus palabras, y dirigir sus sentimientos para reconocer la bondad (y todo atributo) de Dios.
La alabanza cambia su estado de ánimo y lo capacita para enfrentar la dificultad. Si usted se dispone para alabar a Dios, sus fuerzas se renovarán.
Fíjese en algo: para David, la alabanza hacía parte de la guerra. Es decir, la guerra no comienza cuando usted se encuentra de frente con su enemigo; la guerra comienza cuando opta por alabar a Dios primero.
Es probable que esté viviendo circunstancias difíciles y que la salida de todas ellas aún no aparezca.
Pues bien, asegúrese primero de alabar y de encontrarse con Dios en el secreto de su habitación o de su sala. Reconózcalo y usted comprobará el poder que actuará a su favor.
¡Alabe!