Dios quiere que ustedes sean cada vez más puros, que se mantengan alejados de la inmoralidad sexual. 1 Tesalonicenses 4:3.
La pureza sexual es un ideal de Dios totalmente posible. Sin importar cuál sea su estado civil, Él desea que persevere en mantenerse puro.
Sin duda, la sexualidad vista a través del lente de las Escrituras, representa grandes y constantes desafíos, como por ejemplo: tentaciones, desos impuros y conductas inapropiadas. Esto por mencionar tan solo algunos de ellos.
Ahora bien, ¿cómo enfrentar estas difíciles realidades? ¿Con quién hablar de nuestros más oscuros secretos?
Dios quiere ayudarlo. Él lo ha provisto de su Espíritu para guiarlo y ayudarle en cualquier debilidad. Usted no está solo.
Dicho esto, lo primero que debe hacer para conservar su pureza sexual, es hacerse consciente de que los malos deseos están en su interior. El apóstol Santiago lo llamó ‘concupiscencia’.
La concupiscencia es el apetito carnal que lo lleva a buscar ‘platillos prohibidos’. Es un hambre voraz que reside en su interior y que lo acosa para que la sacie sin pensar en las terribles consecuencias.
Satanás no quiere que usted sepa esto. Él prefiere hacerle creer que la tentación viene única y exclusivamente de afuera. Pero no es así. Hay un deseo con usted que lo engaña, nubla su pensamiento y le roba la posibilidad de pensar objetivamente.
Si usted anhela mantenerse puro, debe entender que antes de enfrentar sus enemigos externos, debe enfrentar primero su enemigo interno conocido como La Carne.
Debe hacerse consciente de que en su interior reside un interés dañino al cual, si usted obedece, lo llevará a un pozo de inmoralidad sexual y vergüenza.
Amado lector, debe entender que el pecado sexual pinta cuadros lujuriosos en su mente para someterlo a un deseo destructivo. El momento más peligroso viene cuando el hambre desbordante de su concupiscencia se encuentra con la oportunidad de ser saciada.
La inmoralidad sexual tiene el poder para envolver y confundir. Usted debe hacerle frente, pero no en sus fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo. No acepte el pecado sexual, Dios lo ha hecho libre y Él le concederá la victoria.
¡Bendecido día!