Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. 1 Samuel 3:9.
Dios quiere hablarle, ¿usted está dispuesto a escucharlo? El joven e inocente Samuel, no sabía distinguir entre la voz de Dios y la voz de los hombres. En cambio Elí, el experimentado y reprobado sacerdote, sí sabía hacerlo.
Dí: “habla que tu siervo escucha”. Ese fue el consejo que le dio al joven Samuel. Amado lector, ciertamente esta podría ser su oración hoy.
“Habla que tu siervo escucha” es una manera de decir: “lo que me digas que haga, eso haré” “Estoy dispuesto a hacer lo que me pidas”.
Antes de oír a Dios, usted debe estar dispuesto a obedecerlo. Porque, ¿qué sentido tendría que lo escuche si no hace lo que Él le dice?
Quizá usted hoy esté experimentando confusión, haya demasiado ruido en su interior y, en esas circunstancias, deba tomar decisiones rápidas. Pues bien, aunque tenga a su alcance diferentes opiniones, lo que en verdad necesita es conocer el parecer de Dios.
Entonces ore como lo hizo Samuel. Este hombre de Dios se convirtió en uno de los más importantes profetas de la historia bíblica. ¿Sabe por qué? Samuel aprendió a escuchar a Dios y a obedecerlo.
Desarrolló una sensibilidad especial para distinguir entre las opiniones de los hombres y el perfecto parecer de Dios. El ruido de las multitudes no ahogó la voz del Señor.
Entonces, valore y aprenda a amar la sabia voz de Dios. Acérquese al Señor para conocer el timbre y el color de su poderosa y tierna voz.
Calme su agitado mundo interior y permita que la voz de Dios surja como un pozo en el más seco desierto.
Apártese en este día y haga suya la oración de Samuel: “habla que tu siervo escucha”.
Quizá esté leyendo este texto desde la habitación de un hospital. Si así fuera, debo decirle que su tiempo en esa habitación valdrá la pena siempre y cuando pueda escuchar a Dios.
Quizá lo esté leyendo en el encierro de su habitación. Si así fuera, entonces no dude en callar para que el Señor le hable.
Donde quiera que se encuentre hoy, recuerde orar como corresponde: “Señor, habla que estoy dispuesto a escucharte”.
Usted necesita oír la voz de Dios. Aquella voz da vida, quita el temor y trae paz al corazón. Cualquier decisión que deba tomar, tómela después de oír la voz de Dios.
Le deseo un maravilloso día en el Señor.