Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede. 1 Corintios 7:20.
Algunas personas tienen la idea insensata de que la única forma en la que pueden vivir para Dios es convirtiéndose en ministros, misioneros o evangelistas.
¡Ay! ¡Cuántos quedarían excluidos de la oportunidad de glorificar al Altísimo si éste fuera el caso! Amado, no es oficio, sino responsabilidad; no es la posición, sino la gracia la que nos capacita para glorificar a Dios.
Dios con toda seguridad es glorificado en aquel puesto de zapatero, en el que el trabajador piadoso, mientras usa el punzón, canta del amor del Señor.
El nombre de Jesús es glorificado por el e iletrado carretero mientras conduce su caballo y bendice a su Dios, o habla a sus compañeros de trabajo mientras a lo largo del camino.
Dios es glorificado mediante nuestro servicio en las ocupaciones apropiadas. Presta atención, querido lector, para no deshonrar tú profesión mientras la ejerces.
Piensa poco en ti mismo, pero no hagas lo mismo con tu llamado. Todo comercio legal puede ser santificado por el Evangelio para fines más nobles.
Vuélvete a la Biblia y encontrarás que las tareas más sencillas están asociadas con los más valientes hechos de fe, o con personas cuyas vidas han sido ilustres por la santidad. Por lo tanto, no estés descontento con tu llamado.
Cualquiera sea el puesto que Dios te ha dado o tu trabajo, permanece en él, a menos que estés bien seguro de que Él te llama a hacer algo más.
Que tu primer interés sea glorificar a Dios con todo tu poder dónde estás. Llena tu esfera actual con su alabanza, pues si Él te necesita en otro lugar, te lo mostrará.
Hoy, deja de lado la molesta ambición y abraza el pacífico contentamiento.
¡Próspero día!