Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5.
Me gustaría que juntos podamos dedicar nuestra atención a una palabra clave presente en este maravilloso texto: “permanecer”.
La palabra “permanecer" significa estar en un lugar o mantenerse sin cambios en un determinado estado.
Definido el término, me surge un cuestionamiento con relación a la manera como vivimos nuestra fe cristiana. ¿En realidad permanecemos o somos visitantes frecuentes?
Una cosa es permanecer unidos a Jesús y otra muy distinta es ser huéspedes esporádicos de la fe.
Un huésped esporádico es aquel que se congrega cuando tiene ganas, y ora cuando le sobra tiempo. No prioriza sus disciplinas espirituales, más bien, las deja a la suerte de sus tareas diarias.
Amado lector, ¿es usted un residente o un turista del reino de Dios?
Cuando usted va a un país que no es el suyo, regularmente necesitará una visa que lo acredite como turista en caso de que su visita sea momentánea. Pero si su objetivo es quedarse, entonces necesitará una como residente.
La voluntad de Dios es que usted sea un residente, es decir, un habitante permanente.
El poco fruto en nuestra vida, es el resultado de una actitud de apatía y desinterés hacia las cosas espirituales. Es un hecho que la recompensa del que permanece y la de aquel que visita, no pueden ser comparadas.
Jesús dijo que le daría fruto al que permanece, pero no prometió lo mismo para aquel que no lo hace.
La palabra permanecer fue intencionalmente usada por Jesús para retar la vida de los creyentes que se han conformado con una vida espiritual circunstancial, es decir, que varía según sus disposiciones y/o condiciones personales.
Amado lector, cambie el estatus de su visa. Renuncie a una visa de turista y conviértase en un residente permanente. De esa manera, podrá ver cómo la mano de Dios actúa a su favor para bendecirlo y prosperarlo.
Fuerte abrazo.