Alabanzas a Dios

Escrito el 14/06/2024
Pr. Gustavo A. Muñoz L.


Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. Salmos 136:1.


Hay dos razones en este texto por las cuales debemos alabar a Dios. La primera es por su  bondad. La segunda es por su misericordia.

Note que la alabanza que Dios merece no está sujeta a nuestro juicio o parecer, es decir, no depende de usted, depende básicamente de quién es Él. 

Alabar a Dios es importante. Por cierto, no es una costumbre cristiana, en realidad es una necesidad espiritual que todos tenemos.

Cuando alaba a Dios, no crea que le está dando un lugar a Él, cuando alaba al Señor, ciertamente Él le está dando el lugar apropiado. 

Cuando reconocemos la grandeza de Dios, a la vez estamos reconociendo nuestras limitaciones y debilidades.  

Pero regresemos al principio. El salmista fue inspirado a alabar a Dios cuando reconoció Su maravillosa bondad. 

En ese caso, ¿podría reconocer la bondad de Dios hoy?

A veces le costará reconocerla debido a las decepciones que ha sufrido, pero en cualquier caso, nuestras circunstancias personales jamás podrán negar que Dios es bueno. 

Amado lector, Dios le hace bien todo el tiempo. Sus planes son de bienestar. Nada de lo que haya en la mente de Dios para usted puede ser malo, porque la esencia de Dios es la bondad, en Él no hay maldad ni tinieblas.

Dios merece nuestra alabanza porque Él es misericordioso y su misericordia no tiene fin. 

Alabe a Dios por la misericordia que le ha extendido. Cambie la dirección de sus binoculares y enfóquese en Dios.

El gozo es esquivo para quienes fijan su mirada en ellos mismos. Levante su mirada hoy y considere la bondad y la misericordia que Dios le ha mostrado y así se alegrará.

Ate su vida a Dios. De esa manera verá la bondad de Dios cuando contemple a su familia, cuando vaya al trabajo o cuando entre a la iglesia. 

No se queje, alabe. No maldiga, alabe. Reconozca la bondad y la misericordia que el Señor le ha extendido. Usted se arriesga demasiado cuando cree que merece algo. Piense, más bien, que lo que tiene es el resultado de la bondad y la misericordia de Dios.

¿Puede hoy detener su marcha, encender su ordenador o su teléfono y escuchar aquella canción que lo conecta con Dios? Luego, ¿se animaría a entregar una ofrenda de alabanza al Señor?

Bendecido día.