¡Cuidado!

Escrito el 19/11/2024
Pr. Gustavo A. Muñoz L.


Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia. Job 5:2


La ira y la envidia son los principales venenos de nuestra sociedad hoy. Por causa de la ira se destruyen hogares, se agreden personas, e incluso, se les quita la vida a inocentes.

Por envidia se generan robos y guerras que producen destrucción y muerte. El destino en ambos casos es el mismo: la muerte.

¿Es usted consciente de lo dañina que es la ira? La ira es una advertencia fiel de que usted está perdiendo el control o, sencillamente, de que ya lo perdió. 

Usted debe batallar contra esa emoción hasta el último día de su vida. La Biblia admite la ira como un resultado de la frustración o la injusticia, pero no la aprueba como un estilo de vida.

Ahora bien, ¿cuál es la causa de la ira? Usted podrá pensar que obviamente son las circunstancias, pero no. Las circunstancias solo se encargan de remover algo que ya está anclado en su interior: la amargura.

La amargura hará que usted sienta enojo o ira por casi cualquier cosa. Que usted, sin saber por qué, un día se levante feliz y al día siguiente se levante enojado sin tener una razón lógica.

Amado lector, usted debe aprender a vivir sabiamente con los errores y las debilidades de los demás. La gente se equivoca de la misma manera como usted también lo hace.

No se deje gobernar de la ira. La ira es más peligrosa que un filudo cuchillo. La ira, en definitiva, es un arma mortal.

Cerca también camina la envidia. Ese dañino deseo de ser alguien más y de tener algo que le pertenece a otro.

La envidia produce una muerte silenciosa. Usted no se siente conforme, siente que trabaja duro, pero está imposibilitado de tener el estilo de vida de esa persona que usted quisiera.   

Es más, le molesta reconocer que alguien merece lo que tiene. 

El antídoto contra esa constante tentación, es la gratitud. Si usted abraza el hábito de agradecer, le aseguro que se enfrentará menos a esos complejos momentos en los que desprecia su vida para desear tener la de alguien más.

Sea agradecido con Dios. Él lo está llevando a través de un proceso y su plan es bendecirlo. Pero no arriesgue esos increíbles planes de Dios, por un ataque de ira o por un sentimiento de envidia. No vale la pena.

Confíe en la benevolencia del Señor y esfuércese por cerrarle la puerta a la ira y a la envidia.

Bendecido día.